Daniel Ballestero toma un marcador y divide la pizarra en seis. Asigna una suma para cada nivel que cursan los 12 alumnos de la escuela multigrado en San Isidro de La Florida de Siquires, en Limón.
Las solicitudes no tardan en aparecer: “Maestro me puede revisar”, “yo ya terminé, póngame otra”. El ritmo aumenta y los llamados se vuelven cada vez más insistentes y hasta inmanejables.
Los presentes en el salón de clases hacen una pausa y revelan que todo se trata de una dramatización, ideada por la complicidad de Ballestero y sus alumnos, para explicar cómo eran sus lecciones antes.
Cinco años atrás, el Programa Nacional de Informática Educativa del Ministerio de Educación Pública y la Fundación Omar Dengo (Pronie MEP-FOD) hizo que estos menores dejaran atrás los libros, cuando se le otorgó una computadora a cada uno.
Los dispositivos pueden ser llevados a casa, lo que le facilita a niños como Yeilan Gómez de 11 años hacer “las tareas, los extra-clases. Además, estudiar todas las materias”, comentó.
Mientras que en el aula, la mística del profesor, la disposición de los niños para ayudarse entre sí y las herramientas que encuentran en la computadora, se conjugan para abrirle la puerta a un mundo de posibilidades de aprendizaje.
Fuente: La Nación Costa Rica.